coaf2022 16,9k 48:18. En cuanto se percató de su existencia, el roce se hizo más audible. —Ya lo creo. ¿Para poder ganar un concurso de talentos y ganar dinero fácil? Desde luego que sí. —No, gracias de todas formas. —Genial —repuso Sánchez—. —Voy a contar hasta tres —dijo Angus—. Cuando llegaron a un aeropuerto que se llamaba Goodman’s Field, a Sánchez lo sorprendió descubrir que no había guías turísticas; de hecho, ninguno de los pasajeros sabía adónde se dirigían. —Pues entonces no me da miedo. —Cómo no, Rey —respondió Annabel con una sonrisa blanda. Tommy, baja las luces, por favor. Y tampoco vais a encontrar a ningún policía que quiera venir a este hotel. En el cruce que había casi a un kilómetro había un cartel que indicaba cómo llegar al hotel Pasadena, pero todos los años por Halloween dicho cartel desaparecía, y todos los conductores que pasaban junto al restaurante regresaban invariablemente al cabo de unos minutos para preguntar por dónde se iba. Mostró idéntico entusiasmo: —Eres el mejor, Elvis. En mi opinión, ¡tienes todas las de ganar este concurso! ¿Por ganar un concurso musical? Y quiere que yo le dé veinte mil dólares para matar al tal Sánchez García, que, al parecer, según dice Tommy, es el asesino en serie más importante de la historia. —Cuando hemos entrado, esa sangre no estaba ahí —señaló Sánchez con un estremecimiento. Sin que se lo pidieran. El destinatario de ese sobre es el tipo que reservó esta habitación. Nadie podía establecer contacto visual con él, y nadie iba a equivocarse e interpretar que aquellos cristales oscuros eran una invitación a entablar una conversación intrascendente. Esperaba que por ese error, al menos se bonificara la otra habitación de alguna forma. —¿Otis Redding? —Difícilmente podía negarse. Se echó casi la mitad del contenido por el gaznate de un solo trago y volvió a depositarlo sobre la barra. Habían tomado el ascensor hasta el séptimo piso y después habían andado como cincuenta metros por un pasillo muy largo. Por todas partes se oía el rodar de los dados, el ruido que hacían los naipes al ser colocados sobre el tapete, el girar de las ruletas, los vítores de los que ganaban y los suspiros de los que perdían, el tintineo de las monedas que caían en las bandejas... Sánchez estaba en el paraíso. Estaba empezando el verdadero concurso «Regreso de entre los muertos», el festín de sangre que se daban los muertos vivientes todos los años. —Puedes tocarla en la final. Justo cuando el Blues Brother y la orquesta iniciaron un crescendo que sin duda indicaba que habían llegado al clímax de la canción, Emily sintió que la agarraban del brazo derecho. —¿Qué dice, tío? Sus ojos negros y enloquecidos revelaban una avidez enfermiza. —Esta vez recalcó despacio cada una de las sílabas. Fíjate en ese coche negro de ahí fuera. Pero durante el mes que estuvo en Plainview habían tenido lugar otros dos hechos significativos. —Pues el que los mató parece ser que se dirigió hacia aquí. No quiero tenerlo aquí. —murmuró. La bala le entró por la frente y la mató al instante. Cuando llegó a él, apoyó la palma de la mano derecha y, casi como si formara parte del mismo movimiento, lo salvó de un salto. Y ya eran las 00.55. —Sí. - 285 - Anónimo El cementerio del diablo —Ah... perdón —murmuró—. La carne fría crepitaba al contacto con la grasa caliente y desprendía un aroma a comida que fue ascendiendo hasta las fosas nasales de Joe. El rostro de la foto coincidía con la cara destrozada y ensangrentada del cadáver. Peor aún, su propia carrera de cantante se vio mermada severamente porque Angelina estaba demasiado enferma para viajar. El hecho de que el artista no estuviera chillando de pánico como la mayoría de los ganadores que le precedieron le estaba facilitando mucho las cosas a él. —pensó Sánchez—. —¿Sí? Los rey. Que ella supiera, seguía estando viva y respirando. —Sí. Se lo notó en la cara nada más conocerlo. La mayoría de los vecinos lo creía a pies juntillas. —Elvis - 89 - Anónimo El cementerio del diablo estaba haciendo gala de una claridad de pensamiento impresionante, dadas las circunstancias—. —Los espíritus me están diciendo que tú y yo vamos a terminar pasando mucho tiempo juntos a lo largo de los próximos días —anunció en tono jovial. Lo único malo, es la cocina poco equipada. Si realizaba el trabajo con éxito, ello le reportaría otros treinta mil, pero sin un adelanto existían muchas posibilidades de que no le pagaran nada de nada. Ces exemples peuvent contenir des mots vulgaires liés à votre recherche, Ces exemples peuvent contenir des mots familiers liés à votre recherche, Notre première affaire était une commande, La primera semana después de la siembra, se regan diariamente las plántulas de la variedad, La première semaine après la plantation, les plantules de la variété, Gardez à l'esprit que dans les grandes baies, Aflojamiento Este es un enfoque agrotécnico necesario en el cuidado de las variedades, C'est une approche agrotechnique nécessaire dans le soin des variétés, Por lo tanto, el cultivo de variedades tardías, Es necesario brindar un cuidado competente para la siembra, Il est nécessaire de fournir des soins compétents pour la plantation, Había repetido la cifra sugerida por el representante de los cultivadores, Il avait répété le chiffre suggéré par le représentant des producteurs. Parecían saber quién era. Si el ganador lo firma, habrá vendido su alma a Satanás. Yo la he visto. Se mirara como se mirase, Kid Bourbon era famoso por matar a la gente por cuestiones triviales. A su espalda, oyó que Elvis echaba el pestillo y que después murmuraba algo que sonó algo así como: —¡Mierda! Había un asesino suelto. Cogió el botellín de Mono Cagón y bebió un sorbo. —Pues déjalo junto al lavabo, haz el favor. Compartir. Uno los tenía rojos, el otro, amarillos, y relucían con una siniestra fosforescencia en la oscuridad de la noche. Yo también pienso irme. —Esperar para hablar con usted. ¡Estoy encerrado en esta puta cámara! —No. Tal vez así descubriera por qué actuaba de una manera tan siniestra. Y sugiero que tú hagas lo mismo. Dado a escabullirse, sin ningún género de duda. Elvis se percató por fin de los gestos de desesperación de su amigo y le respondió inclinando la cabeza. Jacko dejó la vista perdida en el techo. —¿En qué planta está tu habitación, Sánchez? De un momento a otro iba a materializarse el Hombre de Rojo saliendo de un rincón oscuro, hundiría sus fantasmales manos en el pecho de Jacko y le arrancaría el alma. Las dos quedaron destrozadas. —Cleveland. —¿Y si ha venido aquí en calidad de asesino? - 239 - Anónimo El cementerio del diablo Cuarenta y tres Sabedor de que había una horda de criaturas no muertas y parcialmente descompuestas de camino hacia el hotel, Nigel Powell se aseguró de que la final diera comienzo lo antes posible. - 321 - Anónimo El cementerio del diablo De repente, uno de los zombis que estaban arrimados a la pared agarró a Emily por el pelo. ¿O tal vez para irse de vacaciones? ¿O no? Ve detrás. —Sí. Muchos tipos hacían eso, intentar simular indiferencia cuando los intimidaba Angus. - 278 - Anónimo El cementerio del diablo Kid dejó caer el cuerpo de su cautivo al suelo y clavó la mirada en los otros tres guardias de seguridad, que seguían dentro de la cabina del ascensor. Cuando no estaba insultándolo a él ni a otra persona, Janis podía ser bastante sarcástica. —¡hijos de puta ! Para cuando oyó a Nina Forina anunciar la llegada al escenario del último finalista, ya tenía los nervios totalmente quemados. —No. Sánchez no hizo caso de aquel comentario. «¿Qué coño va a pasar ahora?», caviló para sus adentros. Arañaban las puertas y se subían los unos encima de los otros intentando desesperadamente alcanzar las primeras filas, y detrás de ellos venían otros más que ya estaban invadiendo los escalones de la entrada del hotel. Miró a izquierda y derecha, y entonces vio, a lo lejos, a Sánchez levantándose del suelo. Lo único positivo que veía en todo aquel maldito embrollo era que si lo entregaba en recepción posiblemente también pasarían a ser sospechosas las recepcionistas. Con la característica que todas las hojas nuevas que pueda dar la planta, también harán aroma a avellana. Lo más positivo que logró discurrir Candy fue: —¡La indumentaria estupenda, la voz horrorosa! Su aprobación y su amistad eran las dos cosas que codiciaban la mayoría de las personas, pero ninguna tanto como Sánchez. Ya no se oía nada en el pasillo. Apenas quedaba el recuerdo del mal que habían dejado atrás, donde antes había estado el hotel. A derecha y a izquierda la carretera se veía oscura y desierta, pero daba la impresión de ser bastante segura. —Sí. «Qué símbolo tan raro para un emblema —se dijo—. Además, sólo le quedaba una bala en la pistola, y dicha bala estaba destinada a otra persona. Inmediatamente el público rompió a aplaudir, porque resultaba obvio, al fijarse en el atuendo de Emily, de qué personaje iba caracterizada. Los han asesinado. —Porque es mi nombre. Lo que vio fue un cadáver en descomposición que tiraba de sí mismo en el afán de salir a la superficie. La chica llevaba razón, así que procuró reprimir su habitual actitud negativa y decirle algo que la tranquilizase. La niebla blanca que llenaba el interior de la bola de cristal comenzó a disiparse, y Annabel se recostó en su sillón con cara de cansada y, si acaso, todavía más vieja. Decir «Mira detrás de ti» ya era bastante tonto, pero si Elvis pretendía ahora seguir con la broma diciéndole a todo el mundo que mirase detrás de él, la verdad era que estaban agarrándose a un clavo ardiendo. Y con un jugoso contrato para trabajar en el Pasadena. —Sánchez García es más conocido como Kid Bourbon. Sólo tenemos que buscar sustitutos para los tres finalistas que han muerto. Junto a él se sentaba Kurt Cobain. El pinchadiscos, que no se había movido del asiento, lo observaba con interés, esperando una explicación. —¿Cómo que los hemos perdido? Se la lanzó a Kid, el cual la atrapó al vuelo y se la guardó en el bolsillo de la cazadora. No era una escena lo que se dice discreta, aunque apenas había una gota de sangre en uno y otro. Y si aquél era el caso, ¿qué razones tenía para ello? Valerie le echó una ojeada y, murmurando algo en voz baja, se giró rápidamente hacia el frigorífico de pequeño tamaño que tenía a su espalda. —Ya sabes que no puedo ayudarte. ¿Esperar a qué? —Ya lo sé. Daba gusto estar vivo después de todo lo que había ocurrido; por lo menos aquello era de agradecer. Jacko se encontraba de espaldas a él, y por eso no lo vio acercarse. La peluca, descolocada por el disparo, yacía en medio de un charco de sangre e iba empapándose poco a poco. Ciertamente, aquella jornada se estaba convirtiendo en la más estresante de todas. Por la boca abierta se le metieron sangre, cabellos y fragmentos de cerebro al tiempo que dejaba escapar un graznido de desesperación: —¡Joder! —Me parece que voy a buscar al gato de Nigel Powell y utilizar la misma soga. No se había ofrecido explicación alguna; en cuanto se enteró del cambio, gracias a un joven desconocido del equipo de producción del concurso, le entró la paranoia de que a lo mejor habían descubierto su maquinación. El tío más guay del planeta. Sánchez recorrió el bar con la mirada. De modo que, si todo salía como era debido, Gabriel podría matarlo. Asió a Janis Joplin del brazo, le susurró algo al oído, y seguidamente los dos se dispusieron a salir del escenario para reunirse con Sánchez. Transcurrieron unos segundos dolorosamente largos antes de que Kid hiciera lo que le ordenaban: aplastó el cigarrillo contra el cenicero plateado que había dejado Valerie en la barra para las propinas. —exclamó—. —Hola, Joe. -1- «Mierda.» Miró una vez más el contrato. —Ah, ya. —Que ha eliminado a sus compinches para demostrar lo malvado que es —dijo Elvis—. - 155 - Anónimo El cementerio del diablo —¡Es una puñetera mano! Efectivamente, aquel tipo iba a matarla. —¿Cómo ha sido? Llevaba cuatro nombres escritos con tinta azul. —Prueba. —Bueno, pues es lógico, ¿no? El hotel está completo. Sánchez, que todavía estaba mirando hacia el interior de la fosa, observó atentamente las piedras y la tierra que salían volando de ella. En aquel momento se estaba oyendo el tema Vive y deja morir de Paul McCartney, pero la música cesó cuando le hizo una seña al técnico de sonido. Cuando llegó a las puertas metálicas apretó el botón para llamar al ascensor. Vino seguido de una ráfaga de aire frío. Cada uno tenía delante un vaso de agua, un bolígrafo y un cuaderno, por si querían anotar alguna cosa. Fuera, en el pasillo, había dos personas esperando, un matrimonio mayor, probablemente setentones los dos y elegantemente vestidos, como si fueran a la iglesia. Experimentando una sensación de emoción por todo lo que seguiría después, dijo en dirección al comedor del local: —Sabes, por aquí vienen muchos desconocidos. Se dio cuenta de que era el mismo individuo misterioso que había visto aquel mismo día, justo antes de salir ella a escena. Sánchez dio media vuelta y volvió a subir las escaleras que llevaban a la zona del escenario. ¿Alguna sugerencia? Déjalas en paz. Ambos eran tipos corpulentos, parecidos a los gorilas de las discotecas, y Emily se sintió bastante tranquila al verlos. Diez minutos después de probar el brebaje especial de Sánchez, se encerró en el estrecho cuarto de baño de que disponía el autobús. Rápidamente se dio cuenta de que desperdiciar tiempo admirando la envergadura y la opulencia del hotel seguramente le costaría perder la oportunidad de que lo atendieran con prontitud. Piensan eliminar a sus principales contrincantes para ganar el concurso. Cuando llegamos nos dijeron que se habían quedado sin lugar para ubicarnos, y que íbamos a tener que dormir en cuartos diferentes (habiendo reservado con mucha anticipación) y dando a entender que había sido su error por la gran demanda que estaban teniendo. Mientras la cabina del ascensor descendía hacia la planta baja, Sánchez iba rezando para que a Elvis se le ocurriera un plan que los sacara a los dos de aquella apurada situación. —¿Sí? Aslı no quiere perder esa oportunidad de trabajo en Bodrum para poder trabajar y ir de vacaciones al mismo tiempo. Sánchez, gracias a la experiencia que tenía de camarero, sabía que a Gabriel le servirían con prontitud. Si los de seguridad los sorprendían consumiendo drogas ilegales dentro del edificio, quedarían descalificados del concurso, de modo que ni que decir tiene que les convenía guardar silencio absoluto. —Cooperaré. Éste había cogido el cigarrillo sin encender y se lo había puesto en la comisura de los labios, donde permaneció unos instantes sin que sucediera nada hasta que de pronto se prendió solo. Para cualquier visitante recién llegado, sería como si no hubiera existido nunca. —Un pacto muy provechoso. —Ya. —Gracias, Annabel. Así y todo, era posible que lo supiera Cleveland. O eso, o Sánchez se había cagado en los pantalones. No había rastro de la presencia de ningún zombi, aunque se oía con toda claridad el ruido que hacían atacando y los chillidos de sus víctimas. Mientras caía, la cara de Joe chocó con la dura madera del mostrador. ¿Y por qué ha matado a ese motero? —Adelante —ordenó Tommy empujando a Sánchez por la espalda con la pistola—. Conforme se aproximaban, se fueron haciendo visibles cinco palabras pintadas de rojo oscuro: bienvenido al cementerio del diablo. Kid metió la mano en el interior de la cazadora como si fuera a sacar una pistola, sólo que esta vez sacó un CD. Ahora es una buena persona muerta. —Ella reaccionó con una sonrisa afectada, más repugnante todavía, si cabe, que su horrible sonrisa habitual—. Un acto innecesario. Fin del espectáculo. —¿Tienes tú uno mejor? Emitió un ligero crujido y poco a poco fue volviendo a su sitio. El - 332 - Anónimo El cementerio del diablo Hombre del Blues dejó escapar una exclamación de sorpresa, y Sánchez lo oyó trastabillar y caer al suelo. Emily se removió inquieta en la silla; aún estaba tibia. Elvis lo miró a él con un ceño de preocupación que le ensombrecía el semblante. —le preguntó—. Pero en mi caso, compre un desayuno continental y era demasiado grande para mi sola, por lo que lo comparti con otra chica y pagamos a medias.Ubicación inmejorable, y otra cosa es que desde ahí mismo salen los micros a la localidad de El Calafate, o al aeropuerto, y no tenes que ir hasta la terminal.Por lo que mi estadia fue mas que satisfactoria, el ambiente me pareció super agradable también. Pero es que han ocurrido muchas cosas, jefe. A continuación, Powell volvió a hipnotizar al público antes de anunciar al segundo finalista, la joven que encarnaba a Janis Joplin. Tras dejar el escenario, Powell tomó un largo pasillo que llevaba a su despacho. ¿Quieres lo de siempre? Ésta le tendió una mano. Angus sacudió la cabeza en un gesto negativo. —Lo siento. Vestía un traje negro con camisa blanca y corbata negra y estrecha, y llevaba gafas de sol. Al fin y al cabo, se dedicaba a ello. ¡Ya podéis limpiarla vosotros mismos! Asqueado y profundamente asustado, levantó la vista hacia el pistolero que ocupaba la cabina del pinchadiscos. —Espere —dijo con una exclamación ahogada—. Después de haber pasado años concediéndose a sí mismo y a sus socios bonificaciones anuales de más de veinte millones de dólares, aún se las ingenió para irse con un cheque de treinta millones poco antes de que el banco fuera intervenido públicamente y de muy mala manera. —¿Lo ha hecho por mí? Sin embargo hemos conseguido la mejor traducción con la mejor cálidad posible para que la puedas ver entera en . Nigel Powell había prometido echarlo. Pero el don que pudiera tener el rechoncho camarero para tentar al destino no lo había abandonado. Hizo un guiño y perforó a Emily con sus hipnóticos ojos azules. El cabello, rubio y grasiento, también presentaba plastones de color rojo oscuro que lo habían apelmazado. Un amigo mío la recomendó después de acudir a su consulta para que le hiciera una videncia, hace unos cuantos años. Lo primero que se puntuaba en un artista imitador era la apariencia física. —Mierda. Estaba haciendo un esfuerzo para disimular el estrés que le estaba causando el concurso—. O un arma. Venga ya, si uno tiene un problema de tics nerviosos así de grave, no se presenta a un concurso musical, ¿no te parece? Me limitaré a indicarle el camino. ¿Qué excusa tienes tú? Julius se inclinó sobre la mesa y le entregó a Valerie diez dólares junto con una sonrisa amistosa. 1 Jacko no sabía lo que decía. Hay vidas en peligro. Detrás de ellos, vestido con su traje de intenso color morado, apareció Julius. Era una voz que a la mayoría de las personas les provocaba miedo, pero que a ella sólo le inspiró esperanza y alivio. A su izquierda se encontraba Johnny Cash. Kid se detuvo en mitad de la puerta. —Exacto —dijo Annabel. —Estoy hablando en serio. En la subida hacia la entrada del hotel, Kid se sorprendió de ver que había muy pocos coches más. El propietario de aquellos zapatos era un hombre, pero ya estaba muerto. —Hay que cogerle el gusto. Angus, con una ancha sonrisa, dejó caer un poco de ceniza del puro sobre la mesa de Powell. Mientras ella intentaba volver a levantarse, él le dio un fuerte golpe en la nuca con el puño derecho y la hizo caer de bruces. De hecho, aquellos cabrones escurridizos lo atacaban sólo cuando les daba la espalda, así que se veía obligado a volverse rápidamente una y otra vez. —Si quieres saberlo, es por los golpes contra el suelo que me ha dado un tío que intentaba matarme. Pero ¿qué cojones pasa en este sitio? Voy a intentar cerrar otra vez el sobre, y luego lo bajaré a recepción. Aunque no era uno de los favoritos para alzarse con el premio, la mayoría de la gente esperaba que quedase en mejor puesto que el sexto. Elvis se asomó por encima de las gafas de sol para mirar a Sánchez a los ojos. Le llamó la atención porque el conductor llevaba no uno sino dos pasajeros, uno sentado delante y otro detrás. —Está bien. Esto lo sabía porque le escocía la mejilla un poco más de lo habitual. Ve futuro. En lugar de eso, el desconocido desapareció de las sombras en las que estaba cobijándose. Si alguno de ellos lo oyó, no dieron la menor señal. —Ah, pues entonces es posible que sea tu hombre. ¿De verdad era posible que aquel tipo fuera el apóstol número trece? Segundos más tarde arremetió contra los tres zombis que tenía enfrente al mismo tiempo que le gritaba a Emily que echara a correr. —Esta vez la voz era más rasposa de lo habitual. Si resides en otro país u otra región, selecciona la versión correspondiente de Tripadvisor en el menú desplegable. Hace unas horas, el sicario y el tipo que lo contrató fueron capturados por otro sicario. Un cucurucho de fresa, por la pinta. Sánchez, leal a su amigo, tenía la esperanza de que Elvis llegara a la final, pero el hecho de que no estuviera entre los tres primeros quería decir que sus posibilidades ya parecían más bien escasas. Aun así, no dejó de recordarse a sí misma que sólo iba a ser durante un día, y que la posible recompensa que la esperaba al final le iba a cambiar la vida. —Genial —dijo en tono sarcástico—. ¿Y los otros dos? Pero había distinguido algo. Chocó con ella, rebotó y fue a caer de bruces junto a Emily. ¡Podríamos estar cagando! Tenía ojos de pirado, el muy cabrón. - 222 - Anónimo El cementerio del diablo Cuarenta Sánchez no estaba dispuesto a reconocerlo ante nadie, pero la verdad era que estaba muy emocionado por el inminente anuncio de los cinco participantes que habían conseguido llegar a la final del concurso «Regreso de entre los muertos». Tenía que haber un método clásico de hacer frente a aquel tipo de situaciones. Dulce Venganza Temporada 2. . Mala cara, mal trato.En el pasillo que da del restaurant a las habitaciones se encuentran los baños compartidos, donde TODO EL TIEMPO había olor a caca cuando uno pasaba. Parecía el típico motero que sabía desenvolverse en una situación delicada. Se sentía invencible. Eso. Preparados para echar la puerta abajo y entrar a la carga. Dudo que puedas decirme algo que me impresione más que eso, de modo que ¿por qué no lo sueltas de una puta vez? Un instante después se oyó la voz amplificada de la presentadora del concurso, Nina Forina. —Sabía que no ibas a poder pasar sin mí, Sánchez —dijo ella guiñándole un ojo con una coquetería más bien horrible. Y por razones que a mí me parecen muy poco lógicas, la verdad. Elvis alzó una mano para taparse la cara y se puso a un lado, donde no pudieran verle desde el pasillo. Ante la opción de girar a derecha o a izquierda, Angus miró a ambos lados. Cargó con todas sus fuerzas contra lo que quedaba de las puertas de cristal del hotel y bajó a toda prisa los escalones que llevaban al camino de entrada para coches. —Se frotó la nuca, donde Angus le había atizado el golpe—. Venía corriendo hacia él, por el pasillo. Bueno, no. Pero hay que matar únicamente a los cuatro mejores. Elvis no parecía impresionado; su boca se retorció en un gesto burlón que él mismo habría admirado. Entonces echó a correr con toda su alma disparando o dando patadas a todo zombi que fuera lo bastante osado o atontado para cruzarse en su camino. —Estaba haciendo un esfuerzo para asimilar todo aquello. Cerró la puerta y empujó a Sánchez hacia el inodoro. —Una cerveza para mí, y ponle a mi amigo otra ronda de lo que esté bebiendo. Hasta aquel momento, Angus había hablado en tono casi jovial, pero ahora estaba irritado. Powell se recostó en su sillón y se dirigió a Tommy, que estaba de pie junto a la puerta con las manos cogidas por delante. Es una tía genial. Sánchez agarró su petaca y echó a correr hacia la puerta esquivando todo lo que pudo la fila de urinarios. Angelina había caído enferma de lo que al principio se creyó que era una infección de garganta pero que - 109 - Anónimo El cementerio del diablo resultó ser algo mucho peor. A JD no le gustaba su padre más que el de Casper, es que simplemente aún no se había dado la ocasión de matarlo. - 313 - Anónimo El cementerio del diablo Cincuenta y nueve Sánchez había visto bastantes cosas desagradables en su vida. ¿Y qué pasa cuando hayas ganado? Pero justo cuando ya parecía que se había escaqueado, salió de entre los bastidores sonriendo de oreja a oreja como un idiota. ¡bang ! Ninguno de ellos hizo movimientos repentinos al levantarse y salir, sino que se terminaron discretamente la copa, pusieron fin a la conversación y, de uno en uno, fueron desfilando hacia la puerta. La participante que encarnaba a Judy Garland seguía estando viva... por lo menos de momento. —Que te jodan, Sánchez. ¿El público la había aclamado a ella con la misma fuerza que a Julius y a Jacko? ¿Está muerto? Pues bien, se equivocaba. —¿De qué quiere hablar conmigo? —Ayer sí que tuvimos un día de puta madre, ¿eh, Sánchez? Lo he dicho en broma. Se apreciaba a las claras que había más moviéndose por allí, al otro lado de las puertas cerradas, pero resultaba imposible alcanzar a verlos. Sánchez miró a Elvis. Detrás del mostrador, en la pared, había un estante de madera, justo por debajo de la altura de los ojos, y sobre el mismo, una hilera de tazas blancas idénticas a la que había estado usando él. Los zombis seguían persiguiéndolo a la carrera, los primeros casi a la altura de la trasera del coche. Como la herramienta más útil que encontró fue un muslo de pollo, el resultado fue inevitable. O sea, todo esto es un gran malentendido. Si ganaba aquel concurso, así es como la recordarían para siempre. —Sí. Gabriel recordaba haber visto una expresión impasible en el semblante del otro individuo mientras Rex forcejeaba para zafarse e intentaba desesperadamente aferrar a su oponente con la otra mano. No podría nadie, la verdad. —¿Y ese papel? Su participación sobraba. Y además olía bastante mal. Si cuando cuente tres no me has entregado las dos botellas de bourbon que te he pedido, volveré a sacar la pistola. Al cabo de un rato cayó en la cuenta de que aquel tipo no la estaba mirando a ella, sino el traje que llevaba. El artículo también se atrevía a sugerir que el perpetrador podía ser la leyenda urbana conocida como Kid Bourbon. —dijo impulsivamente. La visión de aquel cuerpo ya le había provocado náuseas, y el hedor, en el estrecho espacio de la cabina, estaba empeorando las cosas. —Escúchame, y escúchame bien —rugió apuntando con las dos pistolas al pecho de ambos—. —Powell centró la atención en un par de guardias de seguridad que estaban en la parte de atrás sin hacer nada. Pero lo que contaba era la aclamación de los jueces. - 230 - Anónimo El cementerio del diablo Cuarenta y uno Emily había estado terroríficamente cerca de no llegar al escenario a tiempo. Los teléfonos de las habitaciones sólo se podían utilizar para llamadas interiores, y los móviles no tenían cobertura y por lo tanto resultaban igualmente inútiles. —¿Tú crees que lo quitó él? De pronto le vino una idea a la cabeza—: ¡Eh! Abrió los ojos y parpadeó varias veces antes de limpiarse el agua que le había entrado en ellos. Llevas razón. Ambos la oyeron, y a partir de entonces Sánchez tuvo el convencimiento de que la tomaron con él sólo porque iba sentado al lado de la vidente. Lo único vivo que quedaba era el solitario camarero de la barra pasando la bayeta, un joven rubio de veintipocos años vestido con el uniforme estándar consistente en pantalón negro, camisa blanca y chaleco rojo. Siguió tirando de Sánchez escaleras arriba, hasta que llegaron a la parte de atrás del cortinón de color rojo que atravesaba el escenario. Los tontos zapatos rojos de Emily no estaban hechos para correr. Por fin el escenario gozaba de la presencia de alguien que no poseía dobleces ni artificios, sino únicamente talento. El estampido y la visión de la cabeza de su compañero al desintegrarse sobresaltaron a los dos que quedaban a los lados. Al tiempo que abría la portezuela del lado del conductor, dio una última instrucción a su pasajero: —Cuando el aparcacoches haya terminado de aparcar, dale un pellizco en la rodilla. Allí donde de día había únicamente polvo, arena y plantas secas, ahora se oían murmullos, graznidos y aullidos proferidos por animales invisibles y sombras parpadeantes. —Haceos a un lado. No pueden haberse ido muy lejos. Dejó de respirar por fin, y su cuerpo se desmadejó sin vida en el suelo. —No la vas a cagar. Por aquel motivo conducía, incluso de noche, vestido con un chaleco de cuero negro y una camiseta negra debajo. «Un tipo estupendo que tener de tu parte cuando hay que matar a gente inocente», pensó Julius para sus adentros. Éste se inclinó, lo asió por el cabello grasiento y lo obligó a incorporarse hasta que lo tuvo a la altura de los ojos. Unos segundos más tarde, Emily puso los ojos en blanco y su mano quedó totalmente inerte en la de Kid. —Bueno, vamos a ver, ¿no? Durante aquel tiempo habían realizado juntos varios trabajos serios, y eran buenos colegas. Y si no coges esa pala y te pones a cavar, no vas a dejarme otra alternativa. Un par de miembros del público que venían detrás de Powell pasaron raudos por su lado y a punto estuvieron de tropezar con él en su afán de ser los primeros en llegar al bar durante el descanso. Kid Bourbon dio otra calada al cigarrillo y expulsó el humo en la cara de Julius. Si era capaz de demostrar a los jueces que sabía tocar la armónica medio decentemente, a lo mejor lograba colarse en la final. —¿Te interesa o no? Parecía un parche de tela. Colaborar con un asesino no era la idea que tenía ella de la diversión. Las paredes estaban mojadas por efecto de la condensación, y toda la cámara estaba inundada de una humedad incómoda y pegajosa. Prólogo. Mientras el crupier contaba todavía más fichas que añadir al montón de la apuesta, la mujer se giró en su asiento y miró directamente a Julius. Era papel de buena calidad, blanco, del tamaño normal de carta e impreso con un apretado texto en tinta negra. El motero, ignorando a Sánchez y a Elvis, pasó por delante de ellos, extrajo una Dan Wesson PPC del calibre 357 de una sobaquera, apuntó al zombi situado en el centro de los tres que venían hacia ellos y le disparó un único balazo en la cara. Era muy probable que aquel tipo intentara escaquearse sin pagar una vez que hubiera acabado todo. Angus fue más cauteloso todavía, porque existía la posibilidad de que Sánchez estuviera armado. - 45 - Anónimo El cementerio del diablo Elvis señaló un papelito blanco que había resbalado del sobre junto con las fotos. —¿Señorita Shannon? Empezó a barrerse la escarcha de la ropa, pero entonces se encontró con algo mucho peor que el frío. Kid se volvió hacia Jacko, que estaba asiendo el tirador de la puerta para apearse. Con la puerta cerrada era imposible distinguir lo que decía, su voz sonaba amortiguada. —¡Están por todas partes! Tenemos que largarnos de aquí. Pero aquel tipo no hizo nada de eso. Si, los precios son de restaurant, pero se come muy rico y los platos son abundantes. Excepto que no lo sabe, por supuesto. ¿Cancelar el concurso? Dejó de acariciarle el brazo y dio un paso atrás. Kid se quitó el cigarrillo de la comisura de la boca con la mano izquierda y se volvió hacia Jonah Clementine. Habían pegado la solapa con cinta adhesiva, y también los lados de la misma. —Ha dicho su «suplente en la reserva», atontado —terció Elvis con desdén—. Pero éste centró la atención en el descomunal mutante que aún estaba saliendo del suelo y que ahora ya sólo tenía un brazo. —Salud —dijo. Powell miró fijamente a Cleveland para ver si lo había dicho en serio o era que intentaba burlarse de él. Dos grandes zombis varones procedentes del extremo de la recepción empezaron a seguirlos tímidamente, temerosos de la pistola que empuñaba Kid pero preparándose para lanzarse al ataque. Olvidando por un momento que tenía las muñecas atadas por delante, sintió un deseo irresistible de frotarse la nuca, pero fue un intento fútil, porque todo lo que pudo hacer fue rozarse la coronilla de la cabeza con la cinta que le sujetaba las manos. Además, él le pagaba muy bien. Al final era verdad que no hay nada que sustituya a la cilindrada. —Durante unos instantes Emily permaneció demasiado aturdida para hablar. Un segundo después de la advertencia de Elvis, Sánchez vio aparecer una gigantesca grieta en el suelo del pasillo, como un par de metros por detrás de ellos, acompañada de un crujido prolongado. Sánchez suspiró, y a continuación introdujo la mano en el interior de su cazadora y extrajo una pequeña petaca plateada. Acto seguido se encaminó hacia el mostrador de recepción. Para él no eran el pelo bien cortadito, la sonrisa amigable y el traje azul barato; él era un motero cargado de tatuajes, con el cráneo rapado y una cicatriz de cinco centímetros en horizontal debajo del ojo izquierdo. En lo que se refiere a cerebro no tenían gran cosa, pero, al igual que cualquier otra criatura, y a pesar de ser muertos vivientes, poseían instinto de supervivencia. Nina Forina estaba frente a los espectadores, esperando una señal de Nigel Powell. —Oh, sí, claro. No pienso quedarme sentado y quejándome de que no me han dado toda la información completa. Resultó obvio que él opinaba lo mismo acerca de aquel pirado que estaba fumando en el bar. —Sí. Durante un segundo, aquello la hizo dudar de su talento. —Un leopardo. Sánchez y Elvis se giraron los dos a la vez para ver a quién estaba mirando. —Pues Gabriel lo creía en serio. Por el arrugado rostro de la Dama Mística se extendió una sonrisa maliciosa. Luego le susurró a Sánchez en tono urgente: —Pulsa el botón de la planta baja. —¿En qué lo has notado? Por lo menos eso es lo que dice Cleveland. —¿Qué? A su espalda, la multitud respaldó dicho comentario gritando enfurecida. Se incorporó como pudo, desesperado por escapar de aquel terreno inestable. Hay retretes libres de sobra, ¿vale? Tienes que ser constante. Y que yo sepa, eso no lo hace la vejez. Delante de su habitación. Para cuando finalizó la audición ya estaba recibiendo una merecida ovación, con todo el público en pie, e incluso una mujer de las primeras filas le lanzó unas enormes bragas de color blanco. La carta que trae es válida, sin duda, pero no tenemos ninguna reserva hecha a su nombre. —Eso dicen. ¿Lo ha visto? En estos momentos estamos intentando dar con él. Las puertas empezaron a sacudirse con violencia. Mentalmente vio con toda nitidez la imagen de Beth dando saltos por el pasillo del instituto y canturreando: «Vamos a ver al mago, al maravilloso mago de Oz.»Él la interrumpió de inmediato, de modo que no consiguió llegar al final del estribillo. - 42 - Anónimo El cementerio del diablo —Sí, por eso. —¿Qué? Pero mira, si es... —¿Cuál es tu puta planta? Se llamaba Gunther, y a sus cuarenta años era uno de los agentes de seguridad más veteranos del hotel. Sin embargo, para consternación de Sánchez, a la hora de elegir al soltero más deseado de Santa Mondega se produjo un empate. ¿Por el dinero? —Vas a imitar a John Belushi. Cuando el zombi se abalanzó sobre él, Kid le asestó un golpe de revés en plena garganta con la mano izquierda, en la cual empuñaba un cuchillo con mango de hueso y una hoja de veinte centímetros de largo. —Si Jacko firma el contrato, los zombis se quedarán y nos matarán a todos, ¿no es así? Parpadeó de nuevo en un intento de aclararse la vista, pero no funcionó. Yanımda Kal (Quédate conmigo) Subtitulada al Español. Piénsalo. Usted entrégueme el puto dinero. El terreno comenzó a eructar montoncitos de arena y tierra y a escupir al aire polvo y piedrecillas. —¡Síííííí! ¿Y tú? Y si Powell no encuentra a nadie que venda su alma para cuando finalice la hora de las brujas de Halloween, este hotel y él se irán directos al infierno. La mayoría de los días, la conversación que intercambiaban ambos duraba como unos cinco minutos. Aquel tío era muchísimo mejor que la Dama Mística. —Hum. Con Olor a Fresas (Audio Español) . Después, una vez finalizada la actuación, aplaudió vigorosamente y con la intensidad suficiente para que el Rey lo oyese y supiera que él lo había visto y le había gustado. Todavía lo atormentaba a todas horas, incluso ahora que ya habían transcurrido varias semanas. - 119 - Anónimo El cementerio del diablo Tommy preguntó con urgencia, hablando al aparato: —Sandy, ¿qué coño ha sido eso? —Hola, soy el señor Powell. —Hemos intentado avisarte. ¿Sabéis encima de qué está construido este hotel? Powell no es más que un hombre de negocios que intenta recrear ese aroma y venderlo. Luego se acercó todo ufano a Nina Forina, la cual lo abrazó y le dio el obligatorio beso en la cara antes de indicarle que se colocara unos pocos metros por detrás de ella, a la derecha. Varios miles de sufridos trabajadores se habían ido al paro con una indemnización escasa o nula, pero Clementine había sobrevivido al escándalo y había salido con su fortuna, ya que no su reputación, en mejor situación que antes. ¿De modo que por eso querían saber con antelación qué tema voy a cantar? - 95 - Anónimo El cementerio del diablo La coca ya había penetrado en el torrente sanguíneo de Johnny y le proporcionaba una líquida sensación de seguridad que le corría por las venas. —Bah, ¿qué importa? —repitió. Los esfuerzos realizados supusieron una gran presión para el ajustado traje morado que llevaba Julius. —¿De qué está hablando? A mi forma de ver, ahora me debes veinte mil tú a mí. El sol del desierto se reflejaba en las numerosas ventanas distribuidas por las cuatro plantas del edificio, lo cual desde lejos daba la impresión de que uno se acercaba a un espejo gigante. Como el profesional que era, lo había dado todo en la actuación. A aquellas alturas Julius ya habría sido acompañado al exterior del hotel por el personal de seguridad y pronto empezaría a cavar su tumba en el Cementerio del Diablo. Lo había sujetado con cuidado para que no se cayese cuando volcó los demás objetos. Su intención era pegarle un tiro, estaba segura. ¡Largo de aquí! En cambio, Jacko, con aquel traje de cuero rojo, parecía un imbécil integral. —Ha sido un placer conocerte. —Quédate con el cambio —dijo sonriendo cada vez con mayor seguridad en sí mismo. Se sentía culpable por haber herido a aquella muchacha. —Podría. El cabello, denso, pelirrojo y sin lavar, lo llevaba recogido en una coleta que le colgaba hasta más abajo de las paletillas. Mientras reflexionaba sobre todo lo sucedido, de pie en el escenario, se percató de que Julius la estaba mirando fijamente.
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